miércoles, 17 de julio de 2013

Discapacítate...



Hoy os acercamos al testimonio de Javier Garcerá Osca, padre de Moisés, un menor autista. Como el mismo escribe, “Juntos pertenecemos al Patronato Intermunicipal Francisco Esteve, de Paterna (Valencia)”.

Javier decidió, ante las circunstancias que vivimos, redactar el siguiente texto, para hacer pública su indignación, hoy escuchada a través de Rosa Sánchez, quien pone voz al testimonio de un padre tremendamente luchador.

DISCAPACÍTATE.
Imagina, por unos minutos que eres discapacitado intelectual.
Imagina el dolor y la incredulidad de tus padres cuando se enteran de tu condición.
Imagina lo que los profesionales de detección temprana les tienen que acompañar, consolar y luego, ilusionar para que tus papás encuentren un camino de esperanza para ti. Imagina, ahora, que ese buen hacer lo realizan profesionales que llevan meses sin cobrar.
Imagina que ya estás diagnosticado y que, tanto en el parque, en un cole normal, en un bar, eres diferente.
Imagina el empeño de un profesor de aula que invierte su saber en dibujar un camino para que salgan en ti todas tus capacidades potenciales.
Imagina ahora que esa profesora se devana los sesos en su casa por invertir en ti, y lo hace sin cobrar desde hace cuatro meses.
Imagina que ya estás en tu clase con otros niños, más o menos como tú, y que una persona, un educador o educadora, se preocupa constantemente de tus pipis, tus cacas, tus babas, tus caídas….
Imagina que lo lleva haciendo sintiéndose útil y satisfecho pero sin poder pagar el recibo de alquiler de su familia.
Imagínate ahora sin poder respirar con normalidad, sin poder deglutir alimentos si no son triturados, sin poder moverte por ti sólo porque tus huesos y articulaciones están varadas en su particular sueño. Imagina a la persona que sólo te mira a ti y a tus posibilidades de movimiento, mayor o menor, para que puedas vivir sin llagarte, sin autolesionarte. Serías entonces un gran afectado contemplando a su profe, su educador, o su fisio, intentando garantizar tu seguridad.
Imagina que varias personas procuran en tu clase colores, olores, sonidos, músicas relajantes, ausencia de ruidos y estridencias.
Imagina que todos ellos pidan año tras año volver a cuidarte y no cambiar de clase y…..sin cobrar durante 4 meses (por ahora).
Imagina que en el comedor con tus compañeros casi nadie puede comer solo, porque no sabe, no tiene movilidad o porque cualquier alimento mal masticado te puede producir si no la muerte, un ingreso hospitalario urgente.
Imagina que quien te cuida en el comedor percibe un sueldo que para otros supone una compra de un capricho.
Imagínalos cuidando de ti en el autobús… y sonriendo.
Imagínalos ahora compartiendo piso con un compañero y sin la posibilidad de pagar el alquiler compartido porque… tampoco cobran desde hace meses.
Imagina que tienes la dicha de poder llegar a leer un poco, o a comunicarte con signos…. Imagina ahora que para poder localizar tus ojos, tu boca, todo tu ser, un especialista se lleva a tu clase a mister potato y… jugando, te comienzas a reconocer luego en un espejo. Imagina que esa, tu identidad, ha sido dibujada por personas que, como las de antes, no saben cuál será su porvenir laboral y, por supuesto, tampoco están cobrando a día de hoy.
Imagina que te haces mayor de 21 años y el cole ya no es tu sitio. Imagina ahora que el mundo al que has venido no entiende que puedas trabajar, no entiende tu utilidad, tu productividad. Imagina que un monitor sí cree en ti y te enseña a engarzar piezas o apretar tuercas  que te proporciona una empresa y que hacen de ti un productor peculiar que recibe una gratificación, un pequeñito sueldo a cambio de una vida laboral digna. Imagina ahora que esa empresa ya no te da tuercas que apretar.
Puedes seguir imaginando que tu educador y todos los trabajadores de tu centro se reinventan a sí mismos y piensan en  reciclar cápsulas de nespreso para que puedas hacer cosas bonitas.
Imagínalos ahora sin cobrar y con una sonrisa en su rostro que no deja traslucir el desencanto.
Imagina que tus papás son tan mayores o se fueron ya a la otra vida y que te llevan a un pisito, minirresidencia,  que te da cobijo, amor, abrigo, paz, seguridad… y que las personas que de repente son tus referentes, no pueden apenas garantizarte el sustento, ni siquiera saben si podrán procurar el sustento de sus casas, ni siquiera si podrán seguir trabajando contigo.
Imagina que no tienes voz, que apenas te comunicas con unos cuantos signos que te han enseñado a lo largo de tu vida.
Imagina que tu voz, tu letra, es tu padre o tu madre o tus mamás o tus papás o tus abuelos o tus educadores. Imagina lo que están luchando para que se te oiga, para que  se sienta tu historia.
Imagínalos insultados en lo más hondo de su ser cuando deben callar o ser políticamente correctos frente a señores con trajes de Armani y señoras vestidas de Prada, que les dicen que para ti no hay dinero.
Esta es la “marca Comunidad Valenciana”
Esto es solo parte de lo que ocurre en los centros y entidades que se dedican a la Discapacidad intelectual en la Comunidad Valenciana.
No tengo voz, soy autista, pero no soy tonto.
Soy Moisés, tengo 15 años y dos papás que prestan letra y música y voz a mi vida.
Imagina. Anda… ¡discapacítate por un minuto o dos!

Gracias por caminar a nuestro lado desde el principio siendo consciente de lo que los/as trabajadores/as apreciamos el mundo en el que nos movemos y exigir con nosotros/as el Respeto y la Dignidad que todos/as merecemos.


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